martes, 30 de junio de 2009

Vidas que miran al río

"Vidas que miran al río". Así titula "Diario de Navarra" un reportaje sobre dos jubilados de Murieta que se dedican a pescar en el Ega: Alfonso Lana y Miguel López.

Hablar de Alfonso Lana Fernández de Legaria, de 71 años, y de Miguel López Ganuza, de 78, es hacerlo de dos veteranos de la pesca que conocen palmo a palmo el Ega. De sus aguas bebieron de niños, aprendieron a nadar y pescaron luego cangrejos o las truchas que hoy echan en falta. Naturales de Murieta, siguen viviendo en esta localidad del curso de un río presente desde siempre en sus vidas que avanza hasta Tierra Estella tras nacer en la alavesa Santa Cruz del Campezo.

Antes de iniciar en Caja Navarra su trayectoria profesional, Miguel López trabajó como jefe sustituto en el ferrocarril Vasco Navarro. El río se coló en sus horas libres y, con cucharilla entonces, fue escenario de una afición de la que nunca se ha desprendido y que le llevó también a conocer ecosistemas fluviales de La Rioja o el Alto Aragón.

Sentado a orillas del Ega junto a Alfonso Lana, confía en que un día las aguas hoy vedadas para la pesca se recuperen y vuelvan a ser ricas en capturas como en otro tiempo. "Aquí se ven cuatro, pero creo que puede tener solución si se repoblaran con alevines. A ver también como se responde con la depuradora porque tuvimos un tiempo en que, además de las truchas, los cangrejos se recogían por docenas y los chavales las vendíamos. Por aquí había también muchas madrillas ya casi desaparecidas", cuentan.

La situación les lleva actualmente a pescar aguas arriba, hasta Santa Cruz de Campezo. Cañas y otros aparejos al margen, la ribera por la que pasean se ha transformado también. "Del puente hacia abajo era como una playa y te podías tirar al agua de cabeza. Hacerlo hoy, además de que bañarse está prohibido, resultaría peligroso por la poca cantidad de agua".

Hasta que el abastecimiento llegó al pueblo a principios de los 50, el Ega les proporcionaba también el agua para sus casas. "Todo el mundo lo bebía entonces y las mujeres bajaban aquí a lavar. Era gracioso porque a veces, como había tantos, los cangrejos se agarraban a las sábanas".