lunes, 10 de agosto de 2015

Agradecimiento a Murieta, desde Chile

¡Cómo quieren en Murieta!, al amigo cuando es Forastero
Desde un país muy lejano llamado Chile, ubicado en la falda sur de América y tocando el fin del mundo, al chupinazo inicial de las Fiestas de Murieta para celebrar a su patrono San Esteban, existen más de 17.000 kilómetros de distancia. Física y cultural.  Cuando llegué a España lo hice con la firme idea de conocer en profundidad a su gente, historia y tradiciones, pero ¿por dónde empezar?.

La vida como es generosa me llevó a conocer a unas personas maravillosas las que con mucho entusiasmo nos invitaron a mí y a mi familia a unas fiestas tradicionales de un pueblito ubicado en la Merindad de Estella (Comunidad Foral de Navarra) y sin saber con qué nos encontraríamos emprendimos el viaje desde Alicante (lugar donde resido hace 8 años).

Nada más llegar pudimos apreciar lo evidente, un pueblo pequeño cuyo encanto a priori es el río Ega que lo atraviesa, un hermoso paseo de chopos, huertos repartidos por aquí y por allá, casas cuya edad superan la de independencia de mi país de origen y la gente… ¿dónde estaba la gente? Al bajar del coche alguien nos dijo: “ir al Polideportivo que ahí están todos”,  nos acercamos al recinto deportivo, que llama la atención por lo grande y bien cuidado que está, pero cuál fue nuestra sorpresa al ver que efectivamente ahí estaban todos y a todos me refiero a nuestros anfitriones y la mayoría del pueblo.

De pronto el lugar se inundó de jóvenes disfrazados tocando música, cantando y bailando, en dos segundos  aquello se transformó en una fiesta llena de pañuelos rojos, ropas blancas aplausos, cantos, vítores y en medio de toda esta algarabía nos encontramos sin saber cómo, bailando, conociendo muchísima gente nueva, encantadora y con un “marianito” en las manos.

Queridos amigos de Murieta, esta introducción sólo cuenta una pequeña parte de lo que fue ese día y los que vinieron, ¡cómo describirlo!, lo resumiré porque son tantas las cosas que vivimos y que disfrutamos que esto daría para horas de palabras.

De las fiestas de Murieta me quedo en primer lugar con sus mujeres, sí, madres,  abuelas, primas, sobrinas, amigas, hijas, tías queridas que estando o no presentes, son las que movilizan a todo un pueblo trabajando muy duro preparando las casas para los invitados, cocinando para toda la familia y para el pueblo, mujeres que llevan tatuado en sus rostro el esfuerzo de toda una vida y arrugas maravillosas de tanto reír y también desde llorar, pero hoy no,en época de fiestas sus mujeres están felices, guapas, pletóricas y poniendo su esfuerzo al máximo para que nosotros “los visitantes” nos quedemos completamente enganchados a estas festividades.

En segundo y no menos importante lugar, me quedo con cada una de las actividades tradicionales que se realizan gracias al esfuerzo de todos los habitantes, de un alcalde muy comprometido y un ayuntamiento que funciona bien. El “torico” fue un espectáculo que no ajeno de peligros, recuerdo con mucho cariño sobre todo al ver a los niños de 6 a 100 años de edad (incluyo a mi hijo y marido) corriendo tras de él y luego huyendo de sus llamas, “La vaquilla” donde otra vez todas las familias se involucran, en un ir y venir de criaturas escapando de unas vaquillas que, impresionaban a todos los niños más por su carácter que por su tamaño, “ Procesión con Gigantes y Gaiteros” este es un momento muy especial, yo diría que el corazón de las fiestas ya que se rinde culto al patrón San Esteban causante de que todo este pueblo celebre unido.

“Comidas varias”, esto último más que una actividad es una constante en todas las jornadas festeras y aquí me quedo, con la imagen de mesas larguísimas llenas de exquisitos manjares de la zona, donde todas las familias, amigos, conocidos y desconocidos y esta chilena que les habla, empinamos una y más de una copa en honor a  la alegría de tener la oportunidad y fortuna de poder vivir en franca camaradería, unas fiestas que espero nos reciban en otra oportunidad.

“Agradezco de mil amores a doña Josefina Martínez  (¡Maja!),  a don Francisco Ciordia (Paco) y a toda su familia por su hospitalidad y por regalarme a mí y a los míos, un trocito de tradición que quedará para siempre en nuestra mente y corazón.”. Carolina P. Jara R.