Estos días y a pesar de los años, se me abre un poco una cicatriz que nunca cerró del todo. La despedida de esta vida de Yeray no deja indiferente a nadie que lo conociera. Las palabras de Loli, su madre, en el peor día de su vida, se han quedado incrustadas dentro de mí y creo que serán mi nueva religión.
Me quedo también con esa reprimenda de su hermana Yurema hacia algo que ni ella, ni nadie, sabemos lo que es, pero que a ella y a los suyos les ha hecho otra cicatriz imborrable. Habló de injusticia a la vez que yo asentía con la cabeza sabiendo muy bien de que hablaba.
Desde la ventana de mi casa he visto miles de veces a Yeray, lo he visto en silleta, lo he visto pegar sus primeras patadas a un balón y me gustaba también verlo cuando su padre lo montaba con él en el volante del coche o cuando jugaba con mi sobrino 3 años menor que él. Me quedo con eso y con la última vez que le vi, fue en Valladolid hace unos meses viendo a Osasuna, su equipo. Me marcó su sonrisa desde 50 metros que no se me borrará nunca, te lo puedo asegurar Yurema.
En ese día tan duro del que he hablado antes, me decía un amigo suyo, sin embargo de mi edad, que Yeray tenía algo especial. Yo también lo creo, como dicen ahora los más jóvenes Yeray tenia Flow. Según dice un psicólogo que su nombre no viene a cuento, tener flow es algo así como fluir o tener energía. Yo creo que solo los buenos tienen flow y Yeray era de los buenos.
Otra torta para mi pueblo Murieta, otra más. Que nadie piense que nos vamos a entregar, si hasta ahora hemos remado a partir de ahora lo haremos con mas energía, lo haremos con mas flow para que esta buena familia siga viendo el sol.
Nada mas, solo me gustaría despedirme con una palabra que una mujer de Murieta utilizó para describir a mi hermano Luismi el día que se fue. Dijo de él que era un coloso de Murieta, así me quiero despedir yo de Yeray. Adiós coloso de Murieta.
P.D. – Dedicada con todo el cariño del mundo a Javier, Loli, Yurema y Yeray (D.E.P.). Álvaro Meoqui.
